martes, 6 de diciembre de 2011

LA DEFENSA DE CIUDAD JUÁREZ

En el año de 1929, se presentó como uno de los últimos estertores de la lucha armada en nuestro País, el denominado "Rebelión Escobarista", tomando precisamente su nombre del General que la encabezó. En este orden de cosas, el Gobierno que se encontraba encabezado por el Presidente Emilio Portes Gil, le ordena a mi abuelo, Matías Ramos, hacer frente a la defensa de Ciudad Juárez, en el Estado norteño de Chihuahua.
A continuación me permito reproducir la nota que el periodista norteamericano Donald Walters, envió a su redacción en Nueva York, precisamente durante el desarrollo de los acontecimientos.


COMO NARRA UN CORRESPONSAL NORTEAMERICANO LA DEFENSA DE CIUDAD JUÁREZ POR EL GENERAL MATÍAS RAMOS.
Cree que fue una Gran Epopeya semejante a la Defensa del Puente de Horacio que relata Macaulay.
(Corresponsal de “Excélsior”)
EL PASO, Texas, abril 6.-Todo el mundo conoce el bellísimo poema de Lord Macaulay, “Horacio en el Puente” Según Macaulay, la persona de Clausio juró por los nueve dioses que la gran casa de Tarquino no sufriría más afrentas de Roma. Y llegó el día de cumplir su juramento atacando a la ciudad de Roma frente a numerosas huestes.
“…Cuando el piafar de los caballos etruscos se oyeron a través del Tiber, los patricios romanos se juntaron para decidir los medios de defensa. El Cónsul reviso su Legiones, pero sabía que no tenía suficiente gente para defender la ciudad contra las legiones invasoras  “Si pudiéramos defender el puente hasta que la ciudad se prepare…..” decía el Cónsul.
Entonces (dice Macaulay), Horacio propuso un medio de sostenerse en el puente. Dice Macaulay:
“Así  habló el bravo Horacio al capitán de la puerta: A cada hombre le llega tarde o temprano la muerte. ¿Y cómo morir mejor que contra un enemigo mayor, por las cenizas de sus abuelos, y los templos de sus dioses?”.
La épica continúa. Horacio prometiendo defender el puente Lo acompañaron es su atrevida misión Espurio Larcio de Ramnia, y Herminio el ticiano. Los tres patricios se situaron a la entrada del puente y esperaron a que llegase el ejército de Porsena precedido de cuatrocientas trompetas.
Porsena y su enorme ejército, no pudieron contener la risa al ver el gesto de los tres patricios. Pero ante el reto del noble Horacio se adelantó Auno de Tiférnia y Sefo de Umbría. El primero cayó a manos de Larcio y el segundo a manos de Herminio. Horacio tumbó a Pico de Nequina. Y así continuaron el duelo personal batiéndose hasta bien entrado el día.
El gran Conde de Luna fue quien logró herir a Horacio. Pero Luna cayó “como caen del Monte Averno los robles que el rayo hiere”. Entretanto los romanos; con hachas destruían el puente y ya roto el último pilar, gritaron a los tres valientes que se retiraran, Herminio y Larcio lograron retirarse. Horacio quedó solo frente a sesenta mil soldados de Porsena.
Antes de entregarse el bravo romano, hizo una oración y se entregó a la benevolencia del “Padre Tiber”. El rio lo recogió y lo devolvió a la otra orilla a sus compatriotas delirantes que aplaudían. El heroísmo de Horacio salvó a Roma.
Me hizo recordar este cuento la defensa del puente internacional que une a Ciudad Juárez, éxico, con el Paso, Estados Unidos. Porque en la entrada mexicana de ese puente, con un puñado de muchachos reclutados un día antes, Matías Ramos, soldado de México, y gloria de las armas hispanas, se defendía como un lobo en su madriguera contra dos mil revolucionarios bien disciplinados y bien armados, mandados por el General Valle, el cabecilla rebelde que se apoderó de ciudad Juárez recientemente. (Ejército escobarista).
TEQUILA, CAFÉ Y BALAS.
El color de la pólvora me llevó a Ciudad Juárez. Estaba yo sentado en un banco del Central Park en Nueva York, cuando los diarios llevaban las noticias de la revuelta en México. Un avión me llevó violentamente a El Paso, donde se esperaba que en breve se llevaría a cabo la batalla por la posesión de Ciudad Juárez en el Estado de Chihuahua, al otro lado del rio de El Paso. Llegué pocos días después de haber llegado Ramos de Matamoros en avión. Ochenta y cinco soldados del gobierno defendían la población. Ramos esperaba refuerzos. Los revolucionarios entretanto se apresuraban, en gran número, a tomar la ciudad y ya estaban a las puertas cuando Ramos se aprestó a la defensa.
Un reportero americano de un diario de El Paso me acompañó a la ciudad mexicana y juntos nos metimos en una casa vacía.
Allí esperamos los acontecimientos. Mi compañero había ya logrado conectar un alambre telefónico con sus principales y se mantenía informándoles del progreso de las obras de defensa.
Al amanecer oímos los primeros tiros. Una botella de tequila y una cafetera hirviendo eran nuestras armas de combate. Por una ventana pude ver las avanzadas rebeldes. Venían en tres direcciones. Un escuadrón de ametralladoras tomó el Fuerte Hidalgo. Un ataque en masa contra el hotel Rio Bravo fue rechazado por los hombres de Ramos. Hubo un instante de tregua. Lo aproveché para tomar café. Un lechero se aproximaba y lo comuniqué a mi compañero. Este abandonó el teléfono y bajó a procurar leche. Tenía la botella en la mano cuando una bala se la destrozo. Oí una maldición feroz. “Ahora tendré que tomar el café negro”.
“Negro no”, le dije, “Lo tomaremos con tequila. La tequila mexicana es un aguardiente de maguey muy claro”. Los primeros tragos producen una hilaridad tremenda. Y las balas que pasaban silbando a través de la pieza donde estábamos, neutralizaban los efectos del tequila. Así pudimos hacer algo serio. Café, tequila y balas.
PERIFONEANDO EL COMBATE.
“Dígale al jefe de la estación de radio que mande dos  o tres anunciadores”-decía mi compañero a su jefe en la oficina de El Paso. “Este combate va a estar bueno y vale la pena que lo perifoneen”. “La estación dice que no estaba preparada para la emergencia” contestó el redactor en el otro extremo del alambre. “Tomarán medidas para que en el próximo combate en una ciudad fronteriza se coloquen micrófonos y se perifonee por todo el país”.
Ramos se retiró con un puñado a una locomotora que movida hasta la cabecera del puente de Santa Bárbara, le sirvió de parapeto, Allí esperó su suerte. Al ver aquél oficial tan pundonoroso defender el puente-unas cuantas yardas de terreno real-me recordé de la balada de Macaulay y telegrafié a i diario en Nueva York. “Ramos como Horacio en el Puente”.
Breves instantes el reportero me decía “De Nueva York dicen que no tienen en sus apuntes el nombre de ese general Horacio: que lo identifiquen” Contesté con rabia “Que lean a Macaulay”.
La contestación no se hizo esperar; “No conocemos a Macaulay”. Ya esto era demasiado. Y entretanto, que discutía yo con mis superiores en Nueva York, un soldado del gobierno con una ametralladora, llovía fuego contra un escuadrón de caballería rebelde. Estaba parapetado en el campanario de una iglesia, y de allí hacía fuego con extraordinaria puntería. La caballería, de momento, se retiró. El soldado continuó barriendo la calle.
Le miraba con fascinación desde mi ventana. Repentinamente aquél héroe se llevó la mano al pecho. Oía un grito formidable “¡Viva el Gobierno Supremo!” Y hubo silencia en el campanario de la iglesia. La ametralladora enmudeció. Diríase que la máquina destructora sentía la muerte de su amo.
El general americano se dirigía en su auto al extremo mexicano del Puente. Habló con Ramos y se fue moviendo la cabeza. Fue una batalla encarnizada que duró de las primeras horas hasta mediodía. La calle del comercio y la de 16 de Septiembre presentaban un aspecto desolador. Normalmente son emporios mercantiles. Ese día eran emporios de moribundos. Pero Ramos defendía el puente a la entrada de Ciudad Juárez. ¡Pobre Héroe! ¡Pobre Horacio!.
Por las referencias del periódico “De la vida nacional”, como se le ha conocido al Excélsior durante muchas décadas, al parecer este relato corresponde a los primeros días de marzo de 1929.
Una fuente extraoficial, indica que el General americano que se acercó al general Ramos a dialogar en el extremo norte de ese puente internacional, lo invitó a cruzar la línea fronteriza y así acabar con aquélla pelea tan desigual, sin embargo, la fuente y principalmente los HECHOS, indican que la invitación fue denegada por el General mexicano.
Cabe señalar que esta épica batalla, se llevó a cabo en la época postrevolucionaria y en defensa de las conquistas que tanta sangre y vidas cobro la lucha inicial. Asimismo, destaco que debido a esta gloriosa batalla, mi abuelo fue distinguido con el ascenso al grado máximo que se otorga en el Ejército Mexicano y que fue el de nombrarlo como General de División.
Prácticamente con esta defensa de Juárez concluyen las acciones armadas de forma organizada en la vida postrevolucionaria de nuestro País.
Jarr.

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